Hola a todas, soy Isabel de Cádiz y quería compartir con vosotras una experiencia que me ha hecho reflexionar mucho sobre la belleza y el paso del tiempo. A mis 47 años, decidí probar el botox en las cejas buscando rejuvenecer un poco mi mirada.
Al principio estaba muy ilusionada; había leído bastante sobre el procedimiento y los resultados parecían prometedores.
Me lo apliqué con un especialista recomendado y al principio todo fue bien, pero luego empecé a notar una expresión demasiado fija que no me terminaba de convencer. Con el paso de las semanas, mi rostro comenzó a recuperar su movilidad natural y estoy en ese punto medio donde veo mejoras pero manteniendo cierta expresividad.
Posteriormente de esta experiencia, tengo sentimientos encontrados.
Por un lado, estoy contenta porque he visto cambios positivos, pero por otro lado me pregunto si realmente es necesario someternos a estos tratamientos para sentirnos bien con nosotras mismas. ¿Alguna de vosotras ha pasado por algo similar? Me encantaría leer vuestras experiencias y consejos.
Es entendible que ante la idea de rejuvenecer se planteen dilemas sobre los límites y necesidades reales de intervenciones estéticas como el uso del botox. Resulta esencial ponderar qué buscamos conseguir con ello y a qué punto aspiramos llegar en nuestro anhelo de juventud.
Desde un punto de vista biológico, nuestras expresiones faciales están ligadas indisolublemente a nuestra interacción social e inclusive a la experiencia emocional personal.
Al usar botox, podría decirse que nos arriesgamos a sacrificar parte del espectro completo de la comunicación no verbal por una imagen presumiblemente mejorada. Es relevante analizar si dichas 'mejoras' valen esa pérdida temporal que experimentaste tras su aplicación.
Asimismo, consuela recordar que las percepciones estéticas son subjetivas y continuamente renegociadas dentro del conglomerado cultural; lo que se valora hoy puede no ser valor mañana.
Quizás compartiendo más experiencias podríamos desentrañar hasta dónde nos motiva el cuidado genuino por nosotros mismos o simplemente una búsqueda insaciable influenciada por normativas sociales efímeras.
Creo válido reconsiderar estos procedimientos bajo una luz crítica sin dejar atrás ese gusto personal sano al querer vernos bien.