Aquí Isabel, vuestra compañera barcelonesa de vicisitudes cotidianas y dilemas adhesivos. ¿Alguna vez os habéis sentido como si estuvieseis luchando contra un dragón en forma de pegamento? Pues yo me encuentro en esa épica batalla.
Resulta que mi tía Marisol –una mujer con más historias que un libro abierto– decidió embarcarse en el arte del 'Do It Yourself'.
Su entusiasmo la llevó a derramar super glue sobre su preciada mesa de caoba (y claro, sobre sus dedos también). Con la misma destreza que maneja los rumores familiares intentó deshacerse del indeseable visitante químico pero..
Confieso estar tan perdida como personaje secundario en videojuego sin mapa ni misiones. En este sentido, apelo a vuestras sabidurías infinitas: ¿Cómo podríamos devolverle a la mesa (y a sus dedos) su antigua gloria sin dañarlos? Cualquier consejo será recibido como power–up en nivel difícil.
Ay, Isabel, entiendo esa lucha épica con el super glue; parece que se adhiere más a lo que no debe que a lo que realmente queremos pegar. En mi experiencia, aunque siempre hay un cierto temor de dañar aún más las cosas, he descubierto algunos trucos.
Para la mesa de caoba de tu tía Marisol –una superficie tan noble y delicada como complicada– recomendaría comenzar suavemente con aceite para bebés o aceite vegetal.
Unas gotitas en el área afectada y un masaje cuidadoso pueden aflojar ese monstruo químico sin ser demasiado agresivos. Si esto no funciona y se necesita una solución más fuerte (siempre testeando primero en una zona poco visible), acetona pura puede ser la siguiente guerrera en este campo de batalla.
Pero ojo, hay que usarla con mucha precaución porque puede decolorar la madera.
En cuanto a los dedos pegajosos de tu tía, remojarlos en agua tibia jabonosa podría ayudarles a despedirse del pegamento sin despedidas dramáticas.
Con paciencia y cariño hacia esos objetos preciados, seguro podréis salir victoriosas.