Navegando por los mares de la intimidad y el conocimiento, me topé con una anécdota familiar que podría ilustrar nuestras dudas como estrellas fugaces en una noche clara. Mi primo lejano, un hombre de mundo tan amplio como la bóveda celeste, enfrentó un día el dilema del tamaño perfecto para su armadura de látex.
En su odisea personal, se encontraba a menudo perdido entre números y letras, S, M o L; cifras que parecían más códigos astronómicos que indicativos reales de medida.
Con cada conquista amorosa esperaba encontrar esa constelación perfecta que guiara su elección. Pero así como cada estrella tiene su lugar en el firmamento, comprendió que no existe un único mapa del tesoro: cada relación es un universo diferente.
Y aquí me hallo yo, inmersa en esta nebulosa de opciones donde teorías y prácticas se entrelazan cual galaxias en colisión.
¿Cómo podemos entonces determinar con certeza cuál es nuestra talla sin errar al caminar por este espacio desconocido? Espero sus luces en esta oscuridad cósmica.