Recordando las recetas de familia, me viene a la mente una anécdota entrañable de mi tía abuela Carmen. Ella vivía en un pueblecito cerca de Segovia y era conocida por su pierna de cordero lechal al horno, cocinada con un estilo muy particular.
Un domingo cualquiera se convirtió en una pequeña fiesta cuando, sin previo aviso, apareció el alcalde del pueblo con su comitiva.
Habían olido el aroma desde la plaza y no pudieron resistirse a tocar a su puerta. Tía Carmen, siempre generosa y con esa sonrisa que desarmaba cualquier protocolo, los invitó a pasar sin dudarlo.
Aquella comida improvisada pasó a ser historia local por la exquisita sazón que lograba con ese plato tan tradicional.
Aunque me encantaría replicar su receta y aquel ambiente lleno de camaradería, confieso que me asaltan algunas dudas sobre si podré estar a la altura de tales expectativas culinarias.
¿Alguna vez os habéis sentido así? Me encantaría leer vuestros consejos o experiencias similares.
Mi tía bisabuela también era de un pueblito cerca de aquí y preparaba unas piernas de cordero que flipas. La leyenda familiar dice que incluso venían de otros pueblos solo para probar su plato estrella en las fiestas mayores.
Y aunque yo soy más de darle estilo a los outfits que a los asados, cada vez que intento hacer su receta, me tiemblan hasta las horquillas del pelo. Lo importante es captar la esencia, el amor y ese puntito único que le ponía al adobo; aun así, no sé si alguna vez conseguiré replicarla exactamente igual.
Lo mejor es ir probando y ajustando la receta a tu manera, porque al final lo bonito es crear tu propia versión del plato familiar.
Eso sí, si tienes algún secretillo o truco heredado Seguro que con práctica nos acercamos al sabor original o quién sabe si hasta lo mejoramos.