Soy Carmen y vengo a compartir con vosotras una historia que podría ser la trama de un thriller dermatológico.
Resulta que hace unas semanas, mientras me preparaba para capturar con mi cámara la elegante danza de las células bajo el microscopio en mi estudio de fotografía científica (que también es mi dormitorio), noté algo incómodo.
Sí, unos indeseables granos habían decidido adornar mi trasero como si fueran estrellas en una galaxia muy, muy lejana.
Y me pregunté: ¿acaso mis pantalones han tramado una conspiración contra mí? Resulta irónico que alguien tan fascinada por los misterios microscópicos sufra este 'ataque' personal.
Tras aplicar mis habilidades deductivas y revisar rutinas, tejidos y productos, llegué a un callejón sin salida.
No sabes cuánto te entiendo con eso de los granos rebeldes. 🕵️♀️🔬
Mira, hace poco una tía mía pasó por algo parecido.
La mujer estaba más preocupada que científico en día de descubrimientos y no es para menos porque resulta que esos invasores tenían su explicación. Después de hacerse un maratón buscando soluciones por internet y probar mil cremas, dio con la clave: cambio radical en el armario íntimo y en sus hábitos post–gym 💪👖.
Los tejidos muy ajustados y quedarse con la ropa sudada después del ejercicio le estaban montando una rave bacteriana en toda regla.
En vista de ello chica, tal vez sea cuestión de revisar eso: dale un vistazo a tus prendas y a lo rápido que te libras de ellas después de sudar la gota gorda 🥊💦.
Y oye, si tras unos cambios no hay mejora, igual te viene bien consultar a un derma para ir sobre seguro.