Saludos, compañeras de batallas cotidianas contra el patriarcado y sus insidias. Me veo en la necesidad de compartir con vosotras una reflexión crítica surgida de un suceso banal que, no obstante, pone de manifiesto cómo los números nos gobiernan incluso en espacios supuestamente inocuos como la playa.
El otro día, buscando protección frente a los rayos ultravioleta que no entienden de género pero sí afectan desproporcionadamente por las presiones estéticas hacia nuestros cuerpos feminizados, tomé conciencia del significado detrás del número en mi crema solar.
No es solo un dígito: representa la medida cuantitativa del factor protector ante radiaciones dañinas; más alto equivale a mayor defensa. Pero, ¿acaso ese simple guarismo puede encapsular todas las complejidades biológicas e interseccionales entre cuerpo y sol? Con este sistema clasificatorio tan arbitrario se soslaya una vez más el diálogo sobre diferencias corporales inherentes a cada individua.
Mi inquietud reside en si realmente se están promoviendo prácticas inclusivas y conscientes o simplemente estamos siendo víctimas nuevamente del marketing sexista disfrazado.