Hola a todas, soy Carla de Zaragoza. Quería compartir una anécdota familiar que quizás os arranque una sonrisa antes de adentrarnos en la maraña de las tarifas eléctricas.
Resulta que mi tía Marisa, con sus joviales 67 años y un espíritu más verde que el jardín botánico, decidió hace poco reducir su huella ecológica al mínimo.
Se embarcó en la aventura de instalar paneles solares en su tejado para producir su propia energía. Todo iba viento en popa hasta que se enfrentó al reto de entender las tarifas eléctricas para complementar sus necesidades energéticas nocturnas.
Entre tantos números y condiciones, acabó convencida durante semanas de que contratar la 'tarifa nocturna' significaba tener luz solo cuando salían las estrellas.
Después del pequeño lío astronómico–económico de mi tía, aquí estoy yo intentando ser más perspicaz pero sintiéndome igualmente abrumada por las opciones disponibles.