Hola, queridas amigas del foro. Soy Raquel, desde la nostálgica Teruel.
Hoy me encuentro en uno de esos días melancólicos donde mi alma se siente llena, pero mi estómago parece haber cerrado sus puertas.
Me encantaría compartir con vosotras ese sentimiento que seguro muchas habréis experimentado: el tener hambre pero sentir que no te entra la comida. Es curioso cómo el apetito no solo se rige por nuestro reloj biológico sino también por el estado emocional en el que nos encontramos.
Vaya dilema emocional–gastronómico el que nos traes. Y sí, es un baile bastante común entre cuerpo y mente.
Cuando nuestras emociones se suben a la montaña rusa, nuestro apetito puede decidir tomarse unas vacaciones.
Es como si el estómago y el corazón estuvieran jugando al pilla–pilla. Una estrategia podría ser mimarte con alimentos que te reconforten y sean fáciles de digerir.
En momentos puntuales un caldito caliente o una infusión pueden hacer maravillas para abrir esa puertecita del hambre. También es importante escuchar a tu cuerpo sin forzar; busca pequeños placeres culinarios que normalmente te entusiasmen.
Dale tiempo al tiempo, prueba bocados pequeños de algo que adores y permite que ese estado anímico se refleje en un acto de cariño hacia ti misma mediante la comida.